jueves, 4 de julio de 2013

Ángel de la guarda.

Me sentía observado, como si alguien me estuviese mirando, me volví y allí estaba aquella chica. Era de un curso inferior al mío y no tenia nada que se saliese de lo normal. A excepción de que nunca dejaba de mirarme. Yo no era nada fuera de lo común, medía uno ochenta y cinco, pesaba ochenta kilos; de músculo pues me encantaba el deporte, pelo negro azabache, piel morena y unas pequeñas ojeras casi imperceptibles que nunca desaparecían. Mis amigos me decían que le gustaba a la chica, pero yo no estaba interesado en chicas y menos en una tan normal. Sonó la campana del fin del recreo y me fui con mis amigos hacia las clases. Al fin perdí de vista a la chica. Me intimidaba, tenía algo que me ponía nervioso. ¿Sería su extrema palidez? Tenía un amigo en común con esa chica y me había comentado que antes ella era pálida pero no tanto, que su pelo era dorado y no rubio ceniza como ahora, por no incluir que tenia un cuerpo con más vida...ahora parecía una muerta viviente.
Sentí una sacudida que me sacó de mis pensamientos. Era Álvaro, me había preguntado algo y no lo había escuchado.

-Perdona tío, es que me ha distraído la muerta de las clases de abajo.
-Bah, deja de pensar en ella. Al menos antes tenía algo más de...cuerpo. Ahora está mucho más delgada, casi es transparente.
-Si...bueno. ¿Qué decías?
-Ya no me acuerdo. Bueno yo tengo inglés y tu historia, abajo.
-Oh, esta fijo que me estará esperando.


Pasaron el resto de las horas tranquilamente y por suerte no vi a la chica esta. Por fin llegaba el fin de semana. Estaba harto de madrugar. Mi casa estaba cerca del instituto por lo que llegué bastante pronto y sin incidentes. Como Héctor tenía un esguince ya no me acompañaba a casa andando y me hacía el camino solo. Levanté la vista al llegar a la puerta de mi casa y la vi. Era como un ángel. Su pelo era dorado, tenia un cuerpo como solo lo puede tener una chica de ensueño y su rostro...no había visto nada tan bello en mi vida. Dolía el simple hecho de mirarlo. Tenía los ojos color miel. Me quedé embobado mirándola hasta que de repente ella ya no estaba y supuse que me lo había imaginado. 




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